domingo, 9 de noviembre de 2008

UNOS DIAS DE JULIO EN LA REVISTA ABOGADOS DE VALLADOLID

ABOGADOS DE VALLADOLID / Cultura / 44
ENTREVISTA A JESÚS FERNÁNDEZ MORILLO
por Sandra Movilla

Jesús Fernández Morillo comenzó a escribir
a la edad de 11 años, luego experimentó
con la poesía, cuando cursaba
octavo de la antigua EGB; recuerda que
eran sencillitas, y el tema principal no era
el amor, ya que estudió en un seminario y
las cuestiones amorosas estaban alejadas
de ese ambiente masculino y cerrado
donde estudiaba. ¿Qué diría el Arcipreste
de Hita?, ¿cómo no leer el Libro del Buen
Amor para mostrar a esos jóvenes el
motor de la existencia?
El letrado Fernández Morillo ha continuado
escribiendo todos estos años hasta llegar
a publicar una de sus novelas: “Unos
días de julio”.
¿Cómo comenzó en el mundo literario?,
¿qué encuentra en la escritura?
Escribía al principio para mí. Plasmaba en
los folios en blanco mis sentimientos y
sensaciones. Y después, con el paso del
tiempo, un día me planteé escribir una
novela que a mi me hubiera gustado leer.
Reflejo mi percepción de la vida en el
libro. En las novelas, generalmente, está
uno mismo; de distintas formas, pero
siempre hay parte de ti en tus obras.
¿Cuándo encuentra el tiempo para
escribir en este mundo nuestro tan
acelerado?
Escribo los fines de semana y , sobre todo,
en vacaciones. El libro “Unos días de Julio”
lo empecé a escribir en agosto de 2000,
estando de vacaciones en Asturias. Me
aburría, compré un cuadernillo y comencé
a escribir esta novela ambientada en Valladolid,
hacia 1875. Escribo a pluma, como
antaño, no rompo nada y corrijo poco.
Tardé cuatro años en acabarla.
Las lecturas determinan el estilo, la
temática, el quehacer literario.
¿Qué autores son los que más han
influido en su obra?
El autor que indudablemente ha marcado
mi trayectoria literaria es Miguel Delibes.Me
gusta su estilo aparentemente sencillo. Otros
autores con los que disfruto son Pérez Galdós,
Pío Baroja, Cela y Eduardo Mendoza.
Los clásicos también son determinantes en
mi percepción de la literatura. Evidentemente,
el influjo de Cervantes es patente.
¿Cuál es la temática y el estilo de su
obra,“Unos días de julio”?
La ambienté en el último cuarto del siglo
XIX, hacia el año 1875. Así que me documenté
sobre el Valladolid de entonces,
con figuras tan emblemáticas como Miguel
Íscar y Macías Picavea.Y hubo un libro que
me inspiró la idea de la novela;“Ofensas y
desafíos” de Eusebio Íñiguez, editado en
1890. Con la disculpa de un duelo, cuento
cómo era la vida en el Valladolid de finales
del siglo XIX. La construcción de los
personajes la desarrollo a través de la técnica
libre, se van conformando a lo largo
de la novela. Personajes como Carmela y
Eulogio, y su historia de amor, llevan al lector
por ese Valladolid.
El narrador es omnisciente, ¿cómo
presenta a esos personajes?
La novela tiene muchos diálogos, y de esta
forma se va conociendo a los personajes.
La he escrito en presente para mantener
la sensación de inmediatez. Me ha resultado
muy difícil escribirla así, y el narrador
también presenta los hechos en presente.
La obra transcurre durante siete días de
julio.
Esta obra gustará a todos los que se acerquen
a ella, el duelo, su hilo conductor,
hace que la lectura se haga amena y ágil.
Aproxímense a sus páginas y disfruten con
la lectura.
El autor Jesús Fernández Morillo, junto al Decano Enrique Sanz Fernández-Lomana y el Magistrado Juez
titular del Juzgado de Primera Instancia nº 6 de Valladolid Francisco Javier Carranza Cantera, durante el acto
de presentación de la novela en el Colegio.



EL RINCÓN DEL LIBRO. Por Carlos Gallego Brizuela

El día 16 de abril presentó Jesús Fernández
Morillo en el salón de actos del Colegio su
novela Unos días de julio después de que
el decano introdujese el acto y el magistrado
Javier Carranza la reseñara. El encuentro
—entre los asistentes, en términos proporcionales,
muchos más jueces que
abogados— resultó sencillo, sin estridencias,
pero constituyó un suceso inédito: en
ese lugar se han celebrado conferencias,
debates, discursos, etc., casi siempre sobre
temática jurídica, y excepcionalmente incluso
actos de contenido cultural, pero hasta
esa tarde nunca había acogido la presentación
de obra literaria alguna escrita por un
abogado miembro de la corporación.
El propio autor, que tiene los pies muy bien
puestos en el suelo, reconoció en la presentación
sus limitaciones, adelantándonos
que su obra es la propia de un aficionado.
Yendo eso por delante, debe también decirse
que la novela de Jesús Fernández
Morillo es un magnífico relato que hará
pasar unas horas de diversión y entretenimiento
a quienes la lean, además de permitirnos
conocer cosas interesantes sobre
nuestro pasado no tan remoto.
Jesús Fernández Morillo ha construido una
trama cuyo interés prende crecientemente
al lector a medida que progresa el relato,
dos de cuyos aspectos deben subrayarse:
por una parte, la destreza con que el autor
recrea el Valladolid del segundo tercio del
siglo XIX, callejeando por la vieja ciudad en
términos muy reconocibles y haciendo
intervenir a personajes principales de esos
tiempos (Miguel Íscar, Ricardo Macías Picavea,
Ángel Bellogín, principalmente); y,
por otra parte, su capacidad didáctica para
hacernos comprender la institución del
duelo, ese lance a través del que los señoritos
resolvían sus complejos de diversa
índole, demostrando en todo caso que no
tenían mucho cacumen. Para ello el autor
ha hecho un notorio esfuerzo de documentación
pues, según nos dijo, la circulación
por el relato de esos personajes conocidos,
se corresponde con la realidad
histórica, y también que esas reglas que
ordenan al lance se han tomado de fuentes
auténticas, al punto que forman casi un
Derecho de Duelos cuyo conocimiento
nos muestra numerosas y llamativas curiosidades
que sólo un puñado de generaciones
después nos sorprenden en cuanto
evidencian la idiocia implícita en la condición
humana.
El autor se sitúa en la posición del narrador
omnisciente, impostando un lenguaje arcaizante
que maneja con habilidad a lo largo
de todo el relato. Su principal logro es, con
todo, la constante verosimilitud de sus
situaciones y, como antes dije, el progreso
del interés, que no decae en ningún momento,
ni siquiera en las diversas excursiones
que el autor emprende para aliviar el
peso de la historia principal. O sea, que tienen
ustedes garantizadas unas horas de
auténtica diversión en las que además se
instruirán sobre esos tiempos no tan lejanos,
lo que no es fácil de lograr. En otro
orden de cosas, la edición del libro está
muy cuidada si no reparamos en el ofensivo
tratamiento gráfico de su cubierta, a fin
de cuentas cuestión puramente formal.
Con todo, por encima de consideraciones
literarias, reconozco a mi compañero y
amigo Jesús Fernández Morillo la muy
meritoria capacidad de desembragar de la
rutina que ata a casi todos sus contemporáneos
a la televisión en los escasos
momentos que nos dejan los pleitos y
haberse complicado la vida en una dedicación
como esta para, además, rematarla tan
bien. Parece propio de la naturaleza de las
cosas que los abogados fueran frecuentemente
así, pero no son estos los tiempos,
¡ay!, en que las cosas sean como debieran y
por eso la iniciativa de Fernández Morillo
debe saludarse con alborozo.

UNOS DÍAS DE JULIO
Por Jesús Fernández Morillo
Ediciones Fuente de la Fama, 2008