viernes, 14 de diciembre de 2007

UNOS DÍAS DE JULIO


I.- LA TARDE DEL PRIMER DÍA

Después del mediodía, cuando todos los que tienen la oportunidad de hacerlo, han terminado la comida, comienza la tarde envuelta en el silencio de la siesta. La ciudad se para por completo y espera a que sus gentes se desperecen y retomen sus labores vespertinas. Hasta los pájaros y los perros callejeros parecen respetar la inquietante quietud que lo invade todo durante esas casi dos horas que siguen al mediodía estival. A penas las hormigas cruzan por sus senderos, ni las moscas se atreven a volar por las zonas de solana.
El sol insiste en quemar el barro seco de los últimos charcos y penetra con su ardor por entre las paredes descascarilladas y mohínas, que sufren la persistencia de un calor sofocante e inaguantable, de un calor tan intenso que hasta parece retorcer las vigas de los tejados con inquina, haciéndolas crujir, siendo ese el único ruido que estorba el sepulcral silencio del sesteo veraniego.
La calesa de Joaquín no está muy limpia, pero no importa; es ya un poco tarde y hay que partir cuanto antes.
Eulogio engancha el tiro, ata el caballo de refresco en la parte trasera del coche y quita el polvo de los asientos con una rodilla de lino vieja.
Joaquín le dice que se dé prisa para salir cuanto antes, que puede retirar el caballo de refresco porque sólo van hasta el Pinar de Antequera.
Suben por la calle de la Platería desde la Plaza de los Arces, donde vive Joaquín; pasan por la Plaza Mayor con dirección al Campo Grande. Atraviesan la ciudad y salen por el sur entre huertos y algunas casas desperdigadas. Los caballos traquetean con sus cascos al golpear sobre los adoquines de la calle.
Joaquín se encuentra un tanto desaforado y con el gesto inusualmente serio. Eulogio, que lo conoce bien, ni tan siquiera osa dirigirle la palabra, a fin de no perturbarlo.

sábado, 19 de mayo de 2007

RECUERDO DE VENECIA



Venecia, 26 de marzo de 1.984

Me he sentado en el Café Florián de la Plaza de San Marcos, observando el vuelo de las palomas y dejando transcurrir plácidas imágenes por mi memoria.
Asciende libre y misterioso el humo frágil del tabaco hasta perderse en el techo de bellos frescos de la sala de té... Se oyen unas sonrisas; conversaciones cadenciosas en cualquier lengua y yo aquí, sentado cerca de tus ojos, apreciándote en el agua, en el viento, en la sombra del sol.
El aroma y la suavidad de la bruma me ayudan a recordar cuánto te quiero, me elevan por encima del suelo al caminar, mano con mano, sobre estos señeros canales venecianos.
Cada gota de agua es distinta. Cada casa vetusta supone una situación inefable. Cada góndola es un sueño que espera no volver a repetirse por no acabar y ser eterno.
Tú me miras, yo sonrío. Me regalas una caricia y nos recordamos. Somos un diávolo que juega con el pensamiento, mientras el humo acaricia las paredes a mi espalda y la tuya es mi deseo por fin hecho regalo cierto.
Otras miradas desde el exeterior me recuerdan el anhelo de un largo paseo entre la palidez secular de estos palacios y la plácida mirada de tus ojos cada día más serenos.


- OOO -

martes, 15 de mayo de 2007

VENCIDO POR LAS SOMBRAS



No es fácil fingir entre los árboles
si el viento roza sus hojas invernales y tristes,
y la mirada del agua te espera en las esquinas.

Un charco sucio, una flor sin pétalos,
una huida desesperanzada...
y después de todo el recuerdo presente,
el recuerdo lejano que se va difuminando,
el recuerdo gris y opaco que termina por perderse.

Hoy sólo soy la silueta de una barca,
una vela ardiendo sin apenas cera,
un candil con la mecha desgastada.

Su luz empieza a oscurecerse entre las palabras,
las líneas de tinta negra, me lo dijeron,
no me interesaba estar sólo y me mentí.

¿Cuándo volveré a soñar como aquéllas noches,
cuándo será de día tan temprano,
cuándo me dolerán los oídos de mirarla,
cuándo estaré aquí para perpetuar su imagen?

El día es demasiado obvio para acercarme a ti,
la luz ciega las palabras que se dicen por la noche
y hace que ahora se sienta
vencido por las sombras.

Nos hemos acostado el uno con el otro,
sale el sol y la penumbra nos define.
¿dónde están las manos lánguidas,
los ojos sonrojados de llorar,
las miradas indecisas y rutilantes?

Es el sol o es la nieve quien lo engaña todo,
porque sin su presencia las sombras vencen,
las sombras son palabras de tules dulces,
son plegaria de noctámbulos.

En la palidez oculta de una tabla suspiro tu nombre
(la pluma tétrica y asesina tacha un verso más...
es de noche),
el invierno deja su hálito en las ventanas...
el vaho de sollozos hace méritos para volver.

Suena una campana lejana y muere un suspiro.
Los árboles no crecen por la noche,
sus voces se apagan y pierden sus últimas hojas...

Necesito que la hojarasca me deje correr.

Es de noche y las sombras me embriagan,
lloro la soledad y busco otra vez tu mirada.

Es tiempo de perder
ya no importa nada.

Es tiempo de perder. (No amanece)
Y yo sigo aquí vencido por las sombras.

jueves, 3 de mayo de 2007

CUANDO EL SILENCIO SE ROMPE



Se han cerrado las puertas,
y no hay nidos,
ni golondrinas revoloteando,
sólo el olor a chatarra
calles mojadas
de muerte amarilla
¿De qué color es la muerte,
cómo son sus pasos,
dónde están hoy las hormigas?...

--ooOoo--


Cuando el cuerpo no es cuerpo
sino trozos de carne mordida,
mandíbulas sin dientes,
brazos tronzados,
y vientres sin estómago.
Cuando a la muerte no se la llora
y se la llama error,
o sueño extraño,
o fantasía sin dueño
¿Dónde está Dios?
¿dónde la vida?
¿para qué estos versos?

--ooOoo--


Cómo cuesta que avancen las páginas. Cómo cuesta que el tiempo te descubra y no te olvide.
Es un tiempo lento y constante aunque a veces no todo lo insistente que debiera.
El anhelo final de que alguien, aunque sólo sean tres o cuatro personas, lean lo que escribo. Lo que me escribo pero también lo que les escribo.
Hay en mí semi-subconsciente creativo una voluntad de salir fuera de mí, que a veces se perpetúa hasta en el correo epistolar privado.
Si bien cuando sale de mis dedos una carta tiene un destino y un fin concreto, un halo la recorre de posteridad, de perpetuación, de posible indiscreción fruto de los avatares y de los días, y pienso que alguien más la pueda leer. No sé si me importa o lo presiento, aunque no me guste.
Tengo sueño. La voluntad de escribir persiste. Una novela que espera dentro de un cajón acabar de ser escrita. Los pies descalzos. La música suena entre toses y sonidos irreverentes. Yo aquí, manchando este cuaderno interminable, tratando de sentirme vivo, de decirme algo, de encontrarme a mí mismo, pero a la vez temeroso de describirme, de saber de verdad cómo soy. Puede ser que no me guste; y ya no tendrá remedio. Todo tiene remedio menos no gustarse a uno mismo y dejar de existir.
Sueño con tantas sensaciones. Acuden a mi voluntad tantos deseos siquiera imposibles, que me confundo entre ellos y entre aquéllas.
Pero, claro, ¿qué más os da ya?; si soy y es lo que importa. ¿Qué más da cómo sea? Lo importante es ser ¡Qué conformismo!
Me conformo con ser. No me importa cómo. Soy y me vale. Soy y es extraordinario ¿Qué será de mí cuando ya no sea?
Las nubes cubren la claridad de la tarde que toca a su ocaso. El viento apenas mueve las hojas verdes de la copa del almendro. Las rocas llenas de orificios y horadadas por el hielo son, pero no sienten. Mi mente siente porque es.
Me duermo en un mar de ideas que no quieren fluir. Dejémoslas que duerman plácidamente el momento. Ya saldrán más adelante.
Hoy no ha calentado el sol. Tampoco ha llovido. El aire ha peinado mi mirada. Hoy tengo sueño. Estoy cansado y tengo mis propios pensamientos.
Escribo mientras pienso. No presto a penas atención a lo que estoy poniendo. Me centro en el pensamiento. Surje una sonrisa demasiado cercana para no ser cierta.
Luego me entretendré leyendo esto.
No quiero que estéis muertos, pero no puedo hacer ya nada por todos los que ya no son, por los que os habéis ido, por los que os han llevado sin sentido, sin merecerlo.
Me doy envidia por no estar muerto. No depende de mí.
Chirría la rueda tumbada de un triciclo calcinado. Un montón de yeso tapa su cara. El calor de la sangre se ha vuelto a secar.
La rueda rota no para de rotar absurdamente sobre sí misma. El viento la mueve. El triciclo está roto. Su niño se ha muerto.
Su cara la tapa el cemento. Sus ojos se han perdido. El pelo ardió hace rato. No huele a niño, ni a triciclo. Huele a muerto.
Yo vivo. Yo soy. Yo escribo. El niño es carne desgarrada. El triciclo es una rueda que no para. Yo vivo; sí. Pero él ya se me ha muerto.

24/05/03



miércoles, 2 de mayo de 2007

CONCIERTO EN VERSO LIBRE

Conviene leer el poema escuchado la música que lo inspiró, cuyo primer movimiento está al final del mismo.

SINFONÍA PROMETIDA (Extracto)

(Poema basado en el Concierto para
piano nº 2 de Sergei RAJMANINOF)

PRIMERA PARTE - Moderato.-

Derramo notas de piano por la mesa
y el sonido de la orquesta me envuelve,
me deja sin sentido
y me recuerda a ti, sí,
mecida por la lluvia.

Una y otra vez no dejo de llorar,
de recordar tus senos leves,
tu piel extensa,
tus caderas de brillos inefables,
tus ojos cerrados en mi cuerpo...

Luego llega y viene el silencio,
que desaparece en una nube de nostalgia sonoras
hecha melodía que me recorre los poros,
que hace que la piel se me haga alma,
o que el cuerpo se me meta tan dentro

que hasta desaparezca en el aire el sonido,
culminando en un regalo a los ojos
hecho de suaves tules y nardos de cera.

Las velas arden su luz en mis oídos,
los ojos se cierran tras de tu voz silente,
o tras tu caricia perdida
tras tus ojos distantes y fríos.

Cómo me duele ahora
la noche aquélla en la que nos amamos
sin prisas, sin recuerdos,
sin palabras inventadas,
sin lunas llenas,
hasta que las nubes fueron de oro.

Por fin ahora recuerdo que existe un arpegio,
que el pentagrama está ahí,
que la tinta huele mal,
que el papel se ha roto con la lluvia,
por las gotas de agua provocadas,
inútilmente perdidas para siempre entre mis dedos
que ahora manejas con tu olvido.

Las teclas del piano se hacen letras en mi memoria,
convierten la música derramada en sinfonía
hecha de poesía y de dolor.

Hoy que todo se ha roto y se ha perdido
por fin te escribo esta sinfónica desdicha,
esta promesa poéticamente musical
de ser mi musa entretenida
de ser mi ninfa de otros vientos,
o quizá luna sin luz,
o nube sin agua,
o rosal sin hojas,
pero dueña siempre de mi espera desesperada.

soledad.

Sueño que no llega,
despertar constante de emociones sinceras
que se hacen fuente sin agua,
que se convierten en flores ya pasadas,
hoy en un rincón oscuro del alma fría.

Vuelvo a sentir esa metamorfosis
que convierte mis ojos en arena,
que me hace sentir como una hormiga,
insecto frágil que puedes destrozar
con tu propósito más leve, que es casi tu deseo
efímero y dócil como el tiempo,
impotente y arrugado como paja seca
pisada por el silencio de tu indiferencia,
depreciado por tu más íntima soledad.

Soledad del camino solitario,
soledad de la vereda recordada
de la hierba perfumada sin tu olor
del cauce profundo que se ha quedado sin río,
mar frío sin su barco,
por el tiempo y la distancia sentenciados,
evocadora melodía sin sentido
de las manos que se secan
en el sarcófago de tu olvido

Soledad, compañera de la musa,
que se ha hecho vieja y engreída
cubierta de fiemo seco y tules viejos,
ya sin dientes ni cabellos,
sin uñas en los dedos retorcidos
por el tiempo y la desdicha,
musa anciana que se olvida
de los loores y rapsodias imposibles,
que camina torpemente,
retenida por el tiempo que no pasa,
sujeta al dios de la mentira
evocando su hermosura ya acabada,
sin brillo y luz en su camino
o sin flores en la espada
y sin claveles que luzcan a mi lado.

Cuanto más suena este scherzo
más sueño con tu sombra derramada;
cuanto más huelo mi cuerpo,
más recuerdo tu ausencia
tu calor de hembra perfumada.
Cuanto más digo tu nombre
más se me olvida el deseo
de vivir en esta vida
de soledades ya tan sola,
de soledades toda muerta

Grande es el dolor y la distancia
grande el velero que se hunde,
lenta la calma de la hoguera
que quema los sarmientos retenidos,
que seca las hojas de la rosa
roja de amores, siempre llena de pasión.

La tumba de este poema
es la música que lo envuelve cada instante,
que lo mata y lo amortaja,
que lo embalsama y lo hace eterno,
como eterno es el cadáver del Amor,
momia de los suelos de la arena
que nunca muere y siempre llega
hasta los rincones donde hay muerte,
hasta las guerras repentinas,
hasta los días de lluvia impertinente
en los que miras por tu ventana
viendo cómo se te escapa el corazón,
siendo dueña de la más azul de las montañas.

Mujer que retienes todo el tiempo
como musa recogida por mis propias ilusiones,
olvidando en tu silueta la mía
sin sombras y sin mañana,
huérfana de pretéritos sabores

El cielo se abre entre las nubes
y es tu figura perfecta y femenina
la que se antoja imposible ante mis ojos,
que miran hacia ti sin verte
y se cierran con dolor y entre sollozos
para recordar que el sol existe
aunque sea de noche y tú de hielo,
aunque la luna no aparezca por el norte
y no pueda pararme a contemplarla
porque tu silencio es de color blanco.

Tú sabes que cada mes recojo el plenilunio
y dejo en mi gozo que su luz tan repentina
haga de mis ojos su locura
porque loco estoy de este amor que se ha perdido,
como la arena que el mar gana a la orilla,
como el pez que crece y se hace ave
surcado los mares por el cielo.

Un lento arpegio llega a mi cerebro
hecho de notas agudas y sonoras,
rompe mis ojos y los revienta
en los suelos de paz y de frutales
vencidos por el viento huracanado
que en glaciares vespertinos
muge como el toro de plata que no pace.

Prados de margaritas y amapolas
a veces blancos en el rojo,
rojo de violetas encarnadas,
blanco de nardos perseguidos
verde siempre sin esperanza que pintar.

Uncido está mi cuello a tu propósito
de que sepa lo que puede suceder,
y no soy profeta ni adivino,
ni capaz de poderme imaginar
el mañana cuando el hoy aun me duele.

Ungido me siento de pobreza
y andrajoso de destinos rodeado,
como para esbozar lágrimas de viento
y mover mis dedos hasta el asco
que proporciona tanto dolor en el costado
doliéndome, como al poeta, hasta el aliento
de manotazos duros en los huesos
de golpes helados de dolor,
de homicidas silencios y esperanzas
de paginas asesinadas de nostalgia.

Unicornio alado inexistente
que vara brisas por el tiempo,
varado en playas solitarias
secas las crines por el viento
rota la cola de los mares
por cuevas de flujos perseguido.

Algo en mí se está muriendo
con este trueno abrasador que me estremece,
con este fuego de desdicha que me habla
de horas sin dolor, horas perdidas,
de días ya pasados que se hacen sueño,
de pájaros perdidos, de cánticos olvidados,
de gentes sin pueblos conocidos,
de pueblos que son luz en las paredes
del calor del verano que me agota
como el dolor de perder tantas estancias
que no pudieron ser nunca recorridas;
tanta música recogida en estas manos
tantas gotas de agua evaporadas.

Cuesta saber que esto se acaba
cuando antes de empezar a ser promesa
fue el fin de una idea peregrina
lanzada al azar como sin tiento.

Tu voz que me habla de traiciones,
mis labios que sólo han sido tuyos,
un día y otro en que te pienso,
sin llegar a alcanzar esa amargura
de saber por qué soy cuando no existo,
por que existo en la desdicha tan constante;
por qué los ojos no me lloran desde dentro,
si no sé de traiciones ni de desdichas,
si soy la desdicha hecha traición,
y busco en las traiciones mis desdichas.

Me siento hueco de propósitos
vacío de voluntades y respuestas,
como puesto por los dioses para nada,
esperando que la orilla se haga grande
y me alcance el agua hasta los hombros
y me sumerja en ella lentamente,
ahogándome en la pena que me tiene
que me hace suyo y me destroza.


A veces el día nos engaña
con sus luces cálidas e intensas,
pero sabe de corazones que no laten
de rosas que se ajan y se secan
de espíritus que vagan solitarios
sin un lugar donde yacer eternamente.

Reza por mí que yo no sé,
que a mi los salmos no me valen,
ni recuerdo ya vespertinas
ni se de laudes, ni completas,
sino sólo de la música y del tiempo que traspasa
como el obús en la guerra esta pared
hecha de tu voz y tus lamentos,
armada de mi voluntad por ti perdida,
a punto de saltar en mil pedazos
y así dejar de ser yo mismo para siempre
pasando por voluntad de tu magia y encantos
a de ser escombro que arrojar hacia el destino.

Guardo en mi ropa la nostalgia
que me produce la amistad entrecortada
de besos hecha, tan firmemente regalada;
de caricias traicionada y pretendida,
de luces que se apagan día a día,
hasta que la vela, por la noche,
se consuma ineludible y fugazmente
cual tus labios en mi boca
han consumido para siempre
los besos que tuve que esperar y no llegaron.

Aprendo a ser de piedra muy despacio
y me rindo al viento y a la lluvia,
erosionado de ilusiones fracasadas;
por eso soy polvo del camino ya pisado,
arena en otras playas peregrinas,
humus que entierra a los difuntos,
poeta o músico sin sentido,
roto de amor y de amor sufriendo
estéril de sentimientos y a la vez tan sin sentido
que sin amor sigo así de enamorado.


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