miércoles, 2 de mayo de 2007

CONCIERTO EN VERSO LIBRE

Conviene leer el poema escuchado la música que lo inspiró, cuyo primer movimiento está al final del mismo.

SINFONÍA PROMETIDA (Extracto)

(Poema basado en el Concierto para
piano nº 2 de Sergei RAJMANINOF)

PRIMERA PARTE - Moderato.-

Derramo notas de piano por la mesa
y el sonido de la orquesta me envuelve,
me deja sin sentido
y me recuerda a ti, sí,
mecida por la lluvia.

Una y otra vez no dejo de llorar,
de recordar tus senos leves,
tu piel extensa,
tus caderas de brillos inefables,
tus ojos cerrados en mi cuerpo...

Luego llega y viene el silencio,
que desaparece en una nube de nostalgia sonoras
hecha melodía que me recorre los poros,
que hace que la piel se me haga alma,
o que el cuerpo se me meta tan dentro

que hasta desaparezca en el aire el sonido,
culminando en un regalo a los ojos
hecho de suaves tules y nardos de cera.

Las velas arden su luz en mis oídos,
los ojos se cierran tras de tu voz silente,
o tras tu caricia perdida
tras tus ojos distantes y fríos.

Cómo me duele ahora
la noche aquélla en la que nos amamos
sin prisas, sin recuerdos,
sin palabras inventadas,
sin lunas llenas,
hasta que las nubes fueron de oro.

Por fin ahora recuerdo que existe un arpegio,
que el pentagrama está ahí,
que la tinta huele mal,
que el papel se ha roto con la lluvia,
por las gotas de agua provocadas,
inútilmente perdidas para siempre entre mis dedos
que ahora manejas con tu olvido.

Las teclas del piano se hacen letras en mi memoria,
convierten la música derramada en sinfonía
hecha de poesía y de dolor.

Hoy que todo se ha roto y se ha perdido
por fin te escribo esta sinfónica desdicha,
esta promesa poéticamente musical
de ser mi musa entretenida
de ser mi ninfa de otros vientos,
o quizá luna sin luz,
o nube sin agua,
o rosal sin hojas,
pero dueña siempre de mi espera desesperada.

soledad.

Sueño que no llega,
despertar constante de emociones sinceras
que se hacen fuente sin agua,
que se convierten en flores ya pasadas,
hoy en un rincón oscuro del alma fría.

Vuelvo a sentir esa metamorfosis
que convierte mis ojos en arena,
que me hace sentir como una hormiga,
insecto frágil que puedes destrozar
con tu propósito más leve, que es casi tu deseo
efímero y dócil como el tiempo,
impotente y arrugado como paja seca
pisada por el silencio de tu indiferencia,
depreciado por tu más íntima soledad.

Soledad del camino solitario,
soledad de la vereda recordada
de la hierba perfumada sin tu olor
del cauce profundo que se ha quedado sin río,
mar frío sin su barco,
por el tiempo y la distancia sentenciados,
evocadora melodía sin sentido
de las manos que se secan
en el sarcófago de tu olvido

Soledad, compañera de la musa,
que se ha hecho vieja y engreída
cubierta de fiemo seco y tules viejos,
ya sin dientes ni cabellos,
sin uñas en los dedos retorcidos
por el tiempo y la desdicha,
musa anciana que se olvida
de los loores y rapsodias imposibles,
que camina torpemente,
retenida por el tiempo que no pasa,
sujeta al dios de la mentira
evocando su hermosura ya acabada,
sin brillo y luz en su camino
o sin flores en la espada
y sin claveles que luzcan a mi lado.

Cuanto más suena este scherzo
más sueño con tu sombra derramada;
cuanto más huelo mi cuerpo,
más recuerdo tu ausencia
tu calor de hembra perfumada.
Cuanto más digo tu nombre
más se me olvida el deseo
de vivir en esta vida
de soledades ya tan sola,
de soledades toda muerta

Grande es el dolor y la distancia
grande el velero que se hunde,
lenta la calma de la hoguera
que quema los sarmientos retenidos,
que seca las hojas de la rosa
roja de amores, siempre llena de pasión.

La tumba de este poema
es la música que lo envuelve cada instante,
que lo mata y lo amortaja,
que lo embalsama y lo hace eterno,
como eterno es el cadáver del Amor,
momia de los suelos de la arena
que nunca muere y siempre llega
hasta los rincones donde hay muerte,
hasta las guerras repentinas,
hasta los días de lluvia impertinente
en los que miras por tu ventana
viendo cómo se te escapa el corazón,
siendo dueña de la más azul de las montañas.

Mujer que retienes todo el tiempo
como musa recogida por mis propias ilusiones,
olvidando en tu silueta la mía
sin sombras y sin mañana,
huérfana de pretéritos sabores

El cielo se abre entre las nubes
y es tu figura perfecta y femenina
la que se antoja imposible ante mis ojos,
que miran hacia ti sin verte
y se cierran con dolor y entre sollozos
para recordar que el sol existe
aunque sea de noche y tú de hielo,
aunque la luna no aparezca por el norte
y no pueda pararme a contemplarla
porque tu silencio es de color blanco.

Tú sabes que cada mes recojo el plenilunio
y dejo en mi gozo que su luz tan repentina
haga de mis ojos su locura
porque loco estoy de este amor que se ha perdido,
como la arena que el mar gana a la orilla,
como el pez que crece y se hace ave
surcado los mares por el cielo.

Un lento arpegio llega a mi cerebro
hecho de notas agudas y sonoras,
rompe mis ojos y los revienta
en los suelos de paz y de frutales
vencidos por el viento huracanado
que en glaciares vespertinos
muge como el toro de plata que no pace.

Prados de margaritas y amapolas
a veces blancos en el rojo,
rojo de violetas encarnadas,
blanco de nardos perseguidos
verde siempre sin esperanza que pintar.

Uncido está mi cuello a tu propósito
de que sepa lo que puede suceder,
y no soy profeta ni adivino,
ni capaz de poderme imaginar
el mañana cuando el hoy aun me duele.

Ungido me siento de pobreza
y andrajoso de destinos rodeado,
como para esbozar lágrimas de viento
y mover mis dedos hasta el asco
que proporciona tanto dolor en el costado
doliéndome, como al poeta, hasta el aliento
de manotazos duros en los huesos
de golpes helados de dolor,
de homicidas silencios y esperanzas
de paginas asesinadas de nostalgia.

Unicornio alado inexistente
que vara brisas por el tiempo,
varado en playas solitarias
secas las crines por el viento
rota la cola de los mares
por cuevas de flujos perseguido.

Algo en mí se está muriendo
con este trueno abrasador que me estremece,
con este fuego de desdicha que me habla
de horas sin dolor, horas perdidas,
de días ya pasados que se hacen sueño,
de pájaros perdidos, de cánticos olvidados,
de gentes sin pueblos conocidos,
de pueblos que son luz en las paredes
del calor del verano que me agota
como el dolor de perder tantas estancias
que no pudieron ser nunca recorridas;
tanta música recogida en estas manos
tantas gotas de agua evaporadas.

Cuesta saber que esto se acaba
cuando antes de empezar a ser promesa
fue el fin de una idea peregrina
lanzada al azar como sin tiento.

Tu voz que me habla de traiciones,
mis labios que sólo han sido tuyos,
un día y otro en que te pienso,
sin llegar a alcanzar esa amargura
de saber por qué soy cuando no existo,
por que existo en la desdicha tan constante;
por qué los ojos no me lloran desde dentro,
si no sé de traiciones ni de desdichas,
si soy la desdicha hecha traición,
y busco en las traiciones mis desdichas.

Me siento hueco de propósitos
vacío de voluntades y respuestas,
como puesto por los dioses para nada,
esperando que la orilla se haga grande
y me alcance el agua hasta los hombros
y me sumerja en ella lentamente,
ahogándome en la pena que me tiene
que me hace suyo y me destroza.


A veces el día nos engaña
con sus luces cálidas e intensas,
pero sabe de corazones que no laten
de rosas que se ajan y se secan
de espíritus que vagan solitarios
sin un lugar donde yacer eternamente.

Reza por mí que yo no sé,
que a mi los salmos no me valen,
ni recuerdo ya vespertinas
ni se de laudes, ni completas,
sino sólo de la música y del tiempo que traspasa
como el obús en la guerra esta pared
hecha de tu voz y tus lamentos,
armada de mi voluntad por ti perdida,
a punto de saltar en mil pedazos
y así dejar de ser yo mismo para siempre
pasando por voluntad de tu magia y encantos
a de ser escombro que arrojar hacia el destino.

Guardo en mi ropa la nostalgia
que me produce la amistad entrecortada
de besos hecha, tan firmemente regalada;
de caricias traicionada y pretendida,
de luces que se apagan día a día,
hasta que la vela, por la noche,
se consuma ineludible y fugazmente
cual tus labios en mi boca
han consumido para siempre
los besos que tuve que esperar y no llegaron.

Aprendo a ser de piedra muy despacio
y me rindo al viento y a la lluvia,
erosionado de ilusiones fracasadas;
por eso soy polvo del camino ya pisado,
arena en otras playas peregrinas,
humus que entierra a los difuntos,
poeta o músico sin sentido,
roto de amor y de amor sufriendo
estéril de sentimientos y a la vez tan sin sentido
que sin amor sigo así de enamorado.


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