miércoles, 3 de diciembre de 2008

LA MIRADA DE ASTARTÉ (A OLLADA DE ASTARTÉ)

EL BESO DE NARCISO


Tus ojos buscaban el color del Paraíso,
cuando braceabas en un mar de dudas
en busca de una playa de arenas oscuras
donde naufragasen tus besos.
Aún no conocías el sabor del abismo,
la necesidad de saberte mío,
el tacto de la piel que se arrodilla,
las manos posadas en el dintel preciso
que induce a internarse
en la conciencia nueva de las cosas.

Fue el beso dormido
el que ahogó la línea hábilmente trazada
por tus manos de Narciso.
Ya no hay más espejos donde mirarse,
tu rostro sólo precisa la silueta
en la que a mi sombra todo lo ilumina.


(De LA MIRADA DE ASTARTÉ. - A Ollada de Astarté

Por PURA SALCEDA)

domingo, 9 de noviembre de 2008

UNOS DIAS DE JULIO EN LA REVISTA ABOGADOS DE VALLADOLID

ABOGADOS DE VALLADOLID / Cultura / 44
ENTREVISTA A JESÚS FERNÁNDEZ MORILLO
por Sandra Movilla

Jesús Fernández Morillo comenzó a escribir
a la edad de 11 años, luego experimentó
con la poesía, cuando cursaba
octavo de la antigua EGB; recuerda que
eran sencillitas, y el tema principal no era
el amor, ya que estudió en un seminario y
las cuestiones amorosas estaban alejadas
de ese ambiente masculino y cerrado
donde estudiaba. ¿Qué diría el Arcipreste
de Hita?, ¿cómo no leer el Libro del Buen
Amor para mostrar a esos jóvenes el
motor de la existencia?
El letrado Fernández Morillo ha continuado
escribiendo todos estos años hasta llegar
a publicar una de sus novelas: “Unos
días de julio”.
¿Cómo comenzó en el mundo literario?,
¿qué encuentra en la escritura?
Escribía al principio para mí. Plasmaba en
los folios en blanco mis sentimientos y
sensaciones. Y después, con el paso del
tiempo, un día me planteé escribir una
novela que a mi me hubiera gustado leer.
Reflejo mi percepción de la vida en el
libro. En las novelas, generalmente, está
uno mismo; de distintas formas, pero
siempre hay parte de ti en tus obras.
¿Cuándo encuentra el tiempo para
escribir en este mundo nuestro tan
acelerado?
Escribo los fines de semana y , sobre todo,
en vacaciones. El libro “Unos días de Julio”
lo empecé a escribir en agosto de 2000,
estando de vacaciones en Asturias. Me
aburría, compré un cuadernillo y comencé
a escribir esta novela ambientada en Valladolid,
hacia 1875. Escribo a pluma, como
antaño, no rompo nada y corrijo poco.
Tardé cuatro años en acabarla.
Las lecturas determinan el estilo, la
temática, el quehacer literario.
¿Qué autores son los que más han
influido en su obra?
El autor que indudablemente ha marcado
mi trayectoria literaria es Miguel Delibes.Me
gusta su estilo aparentemente sencillo. Otros
autores con los que disfruto son Pérez Galdós,
Pío Baroja, Cela y Eduardo Mendoza.
Los clásicos también son determinantes en
mi percepción de la literatura. Evidentemente,
el influjo de Cervantes es patente.
¿Cuál es la temática y el estilo de su
obra,“Unos días de julio”?
La ambienté en el último cuarto del siglo
XIX, hacia el año 1875. Así que me documenté
sobre el Valladolid de entonces,
con figuras tan emblemáticas como Miguel
Íscar y Macías Picavea.Y hubo un libro que
me inspiró la idea de la novela;“Ofensas y
desafíos” de Eusebio Íñiguez, editado en
1890. Con la disculpa de un duelo, cuento
cómo era la vida en el Valladolid de finales
del siglo XIX. La construcción de los
personajes la desarrollo a través de la técnica
libre, se van conformando a lo largo
de la novela. Personajes como Carmela y
Eulogio, y su historia de amor, llevan al lector
por ese Valladolid.
El narrador es omnisciente, ¿cómo
presenta a esos personajes?
La novela tiene muchos diálogos, y de esta
forma se va conociendo a los personajes.
La he escrito en presente para mantener
la sensación de inmediatez. Me ha resultado
muy difícil escribirla así, y el narrador
también presenta los hechos en presente.
La obra transcurre durante siete días de
julio.
Esta obra gustará a todos los que se acerquen
a ella, el duelo, su hilo conductor,
hace que la lectura se haga amena y ágil.
Aproxímense a sus páginas y disfruten con
la lectura.
El autor Jesús Fernández Morillo, junto al Decano Enrique Sanz Fernández-Lomana y el Magistrado Juez
titular del Juzgado de Primera Instancia nº 6 de Valladolid Francisco Javier Carranza Cantera, durante el acto
de presentación de la novela en el Colegio.



EL RINCÓN DEL LIBRO. Por Carlos Gallego Brizuela

El día 16 de abril presentó Jesús Fernández
Morillo en el salón de actos del Colegio su
novela Unos días de julio después de que
el decano introdujese el acto y el magistrado
Javier Carranza la reseñara. El encuentro
—entre los asistentes, en términos proporcionales,
muchos más jueces que
abogados— resultó sencillo, sin estridencias,
pero constituyó un suceso inédito: en
ese lugar se han celebrado conferencias,
debates, discursos, etc., casi siempre sobre
temática jurídica, y excepcionalmente incluso
actos de contenido cultural, pero hasta
esa tarde nunca había acogido la presentación
de obra literaria alguna escrita por un
abogado miembro de la corporación.
El propio autor, que tiene los pies muy bien
puestos en el suelo, reconoció en la presentación
sus limitaciones, adelantándonos
que su obra es la propia de un aficionado.
Yendo eso por delante, debe también decirse
que la novela de Jesús Fernández
Morillo es un magnífico relato que hará
pasar unas horas de diversión y entretenimiento
a quienes la lean, además de permitirnos
conocer cosas interesantes sobre
nuestro pasado no tan remoto.
Jesús Fernández Morillo ha construido una
trama cuyo interés prende crecientemente
al lector a medida que progresa el relato,
dos de cuyos aspectos deben subrayarse:
por una parte, la destreza con que el autor
recrea el Valladolid del segundo tercio del
siglo XIX, callejeando por la vieja ciudad en
términos muy reconocibles y haciendo
intervenir a personajes principales de esos
tiempos (Miguel Íscar, Ricardo Macías Picavea,
Ángel Bellogín, principalmente); y,
por otra parte, su capacidad didáctica para
hacernos comprender la institución del
duelo, ese lance a través del que los señoritos
resolvían sus complejos de diversa
índole, demostrando en todo caso que no
tenían mucho cacumen. Para ello el autor
ha hecho un notorio esfuerzo de documentación
pues, según nos dijo, la circulación
por el relato de esos personajes conocidos,
se corresponde con la realidad
histórica, y también que esas reglas que
ordenan al lance se han tomado de fuentes
auténticas, al punto que forman casi un
Derecho de Duelos cuyo conocimiento
nos muestra numerosas y llamativas curiosidades
que sólo un puñado de generaciones
después nos sorprenden en cuanto
evidencian la idiocia implícita en la condición
humana.
El autor se sitúa en la posición del narrador
omnisciente, impostando un lenguaje arcaizante
que maneja con habilidad a lo largo
de todo el relato. Su principal logro es, con
todo, la constante verosimilitud de sus
situaciones y, como antes dije, el progreso
del interés, que no decae en ningún momento,
ni siquiera en las diversas excursiones
que el autor emprende para aliviar el
peso de la historia principal. O sea, que tienen
ustedes garantizadas unas horas de
auténtica diversión en las que además se
instruirán sobre esos tiempos no tan lejanos,
lo que no es fácil de lograr. En otro
orden de cosas, la edición del libro está
muy cuidada si no reparamos en el ofensivo
tratamiento gráfico de su cubierta, a fin
de cuentas cuestión puramente formal.
Con todo, por encima de consideraciones
literarias, reconozco a mi compañero y
amigo Jesús Fernández Morillo la muy
meritoria capacidad de desembragar de la
rutina que ata a casi todos sus contemporáneos
a la televisión en los escasos
momentos que nos dejan los pleitos y
haberse complicado la vida en una dedicación
como esta para, además, rematarla tan
bien. Parece propio de la naturaleza de las
cosas que los abogados fueran frecuentemente
así, pero no son estos los tiempos,
¡ay!, en que las cosas sean como debieran y
por eso la iniciativa de Fernández Morillo
debe saludarse con alborozo.

UNOS DÍAS DE JULIO
Por Jesús Fernández Morillo
Ediciones Fuente de la Fama, 2008

jueves, 10 de julio de 2008

VERSOS EN CONCIERTO

Conviene leer el poema escuchado la música que lo inspiró, cuyo primer movimiento está en el vídeo adjunto .

SINFONÍA PROMETIDA (Extracto)

(Poema basado en el Concierto para
piano nº 2 de Sergei RAJMANINOF)

PRIMERA PARTE - Moderato.-

Derramo notas de piano por la mesa
y el sonido de la orquesta me envuelve,
me deja sin sentido
y me recuerda a ti, sí,
mecida por la lluvia.

Una y otra vez no dejo de llorar,
de recordar tus senos leves,
tu piel extensa,
tus caderas de brillos inefables,
tus ojos cerrados en mi cuerpo...

Luego llega y viene el silencio,
que desaparece en una nube de nostalgia sonoras
hecha melodía que me recorre los poros,
que hace que la piel se me haga alma,
o que el cuerpo se me meta tan dentro

que hasta desaparezca en el aire el sonido,
culminando en un regalo a los ojos
hecho de suaves tules y nardos de cera.

Las velas arden su luz en mis oídos,
los ojos se cierran tras de tu voz silente,
o tras tu caricia perdida
tras tus ojos distantes y fríos.

Cómo me duele ahora
la noche aquélla en la que nos amamos
sin prisas, sin recuerdos,
sin palabras inventadas,
sin lunas llenas,
hasta que las nubes fueron de oro.

Por fin ahora recuerdo que existe un arpegio,
que el pentagrama está ahí,
que la tinta huele mal,
que el papel se ha roto con la lluvia,
por las gotas de agua provocadas,
inútilmente perdidas para siempre entre mis dedos
que ahora manejas con tu olvido.

Las teclas del piano se hacen letras en mi memoria,
convierten la música derramada en sinfonía
hecha de poesía y de dolor.

Hoy que todo se ha roto y se ha perdido
por fin te escribo esta sinfónica desdicha,
esta promesa poéticamente musical
de ser mi musa entretenida
de ser mi ninfa de otros vientos,
o quizá luna sin luz,
o nube sin agua,
o rosal sin hojas,
pero dueña siempre de mi espera desesperada.

Surgirán días en los que el sol me haga daño
y las lágrimas de azufre recorran estas hojas
que la memoria nunca borrará.
Y deprisa, muy deprisa
caminaré por ríos y tormentas
entre la música entretejido
de soles extraños e imposibles inventado,
hasta que el piano me anule,
me descomponga inútilmente,
me desintegre en su música,
entre el arpa de cristal de hierro,
entre las doscientas cuerdas de acero,
sobre docenas de teclas de nácar blanco y negro.

Y llegará el día en el que este piano triste
descuartice mi dolor entre sus notas,
con arpegios de fusas y corcheas
entre piú fortes, o molto adagios
sobre la tapa levantada del piano,
vagando por las sombras que se pierden,
como música perdida para siempre.

¿Qué les importo yo a tus letrinas
de hojas de roble y de hojarasca,
en qué me convierte el amor desparramado,
desparramado por ríos de aguas turbulentas?...

Mujer de los mil ojos,
de los gestos extrañamente recordados
¿de qué me sirve ser poeta y músico a la vez
si no sé colocar las notas que compongo
en el pentagrama solitario de mi memoria?...

Los metales resuenan bíblicamente,
entre notas de acero bien templado,
y ruge la marabunta de la orquesta,
buscando los dedos que la miran,
buscando las noches del espanto,
del odio contenido de dolor,
del alma sin sentido,
del corazón roto en mil pedazos

Del alma sí, de mi alma
de mi alma que es mía sin ser alma,
de mi alma que está muerta
como sin dios y sin futuro.

Hoy soy mugre retenida en el suelo abandonado,
hoy estoy componiendo para mi locura
un poema sinfónico y obsesivo
que hará loca mi cordura
o de tu cordura mi templanza.

Vencido nuevamente por las sombras
soy sólo distancia y regocijo
de quien me odia y me maldice
entre cuyas garras caigo de nuevo,
atrapado por tu olor a diosa extraña
que se me ha escapado de las manos.

Y tomaré estos versos que pretendo
como noches de amarga agonía veraniega
y los haré tuyos sin ser míos
y los leerás como agua que derrite
mi esencia en tu fluido ya perdido,
o los arrojarás al averno
como pócima desechada,
como alquimia sin sentido,
como parte de tu odio a mis mentiras,
a mis falacias inexistentes
a mi templanza vuelta en hormiga.

No trates de mirar como siempre a estas palabras
no las leas sin esfuerzo, son sólo fantasías,
son juramentos de dioses sabios
que me ofrecen para ti hoy esta ofrenda,
que me regalan este regalo generoso
que pongo entre verso y verso
hecho de estrofas amorfas
nacidas despacio y en silencio
surgiendo del estro más profundo
por la música prohibida dictado letra a letra.


<

lunes, 9 de junio de 2008

Quiero ser como el fuego,
que quema cada uno de los lienzos
sobre los que escribo mi nombre con el dedo...

Quiero destruir el dolor,
como la mano omnipotente que lo llena todo,
que ocupa el infinito,
y se deja caer hacia el precipicio...

Quiero llorar sin lágrimas,
como quien explica su gesto a las estrellas,
como quien observa la luna en el mar...

Hoy hace más frío que nunca,
hoy la noche es larga como los rostros de la estrella,
y se deja todo olvidado en la distancia,
hoy Dios muere un poco en mi cansancio,
se acerca el óbito a mis cejas;
caen, una tras otra,
dos lágrimas que besan el polvo de mi sudor.

sábado, 3 de mayo de 2008

UNOS DIAS DE JULIO ( CAPÍTULO II )

II.- LA NOCHE DEL PRIMER DÍA

En la tercera arcada, mirando de frente por la derecha, del Teatro Calderón, espera D. Joaquín de Valdeón a su amigo y confidente el abogado D. Rosendo Miñambres.
Son las once de la noche y bajando desde la Corredera de San Pablo procedente de su casa, vecina de la de D. José Zorrilla, se le ve llegar a don Rosendo, portando bastón de nogal culminado en empuñadura de plata con la forma de una cabeza de un león tranquilo, desgastada por el uso, en la que apenas se adivinaban las formas de los ojos y orejas del felino.
-¡Hola Joaquín!, ¿Llevas mucho esperando? –pregunta Rosendo con gesto amable y voz profunda.
-No, hace poco que he llegado. Justo ahora mismo a las once en punto, y a esta hora habíamos quedado –contesta Joaquín a la vez que extiende su brazo hasta el hombro de su amigo para acercarlo a sí.
-¿Dónde hablamos, aquí en el Casino del Teatro o vamos a otro sitio?
-Me parece que es más conveniente acercarnos al Café Imperial, en la mesa del rincón al lado de la ventana, en la parte del fondo; allí estaremos más tranquilos y seguros de que nada de lo que conversemos trascienda, ni sea conocido por ajenos, ni curiosos.
Puestos de acuerdo toman la Bajada de la Libertad hacia arriba, hasta la Plaza de la Fuente Dorada. La noche es particularmente cálida, por eso ambos caminantes, algo sofocados por el ardor del ambiente y por lo cerrado de sus atuendos, con levita, camisola de manga larga y sombrero alto; no dudan en descubrirse, y dejando a un lado los bastones, refrescarse la cara y la garganta con el agua de la fuente.
Una vez reconfortados del calor nocturno los dos amigos entran en la Plaza Mayor y caminando bajo sus soportales llegan al Café Imperial, al que acceden por su puerta de cristal y madera. Saludan con una cortés venia a quienes allí están y toman asiento en la mesa convenida.
El camarero, de aspecto lánguido, que apenas asoma algo más que la cabeza por encima de la barra de mármol, se acerca. Lleva un mandil blanco hasta los tobillos, los zapatos negros desgastados y con profundas grietas. Tiene la bandeja de alpaca debajo del brazo derecho con una rodilla blanca, de paño de algodón, correctamente doblada por encima de la muñeca y antebrazo izquierdos. Se detiene a corta distancia de la mesa, en posición de firmes, como disciplinado legionario, pregunta a los clientes inclinándose hacia adelante:
-¿Qué desean los señores que un servidor les traiga?
-A mí me va a poner absenta con un vaso de agua –solicita Joaquín.
-Fuerte pides Joaquín. A mí me va a servir usted una copa de coñac y un café bien caliente –pide Rosendo Miñambres.
-Al momento señores –les contesta cortésmente el camarero, una vez tomada nota mentalmente de lo que han pedido; limpia la mesa con rapidez y destreza y se acerca a la barra para preparar lo que le acaban de demandar.
Rosendo, durante la corta espera hasta ser servidos, le comenta a su amigo Joaquín:
-¿Cómo pides absenta precisamente ahora? Te vas a descontrolar y no vas a saber coordinar lo que digas.
-Tengo la sensación de precisar de la inspiración que produce la absenta tomada lenta y tranquilamente.
-Bueno, tú sabrás lo que te apetece y si te va a sentar bien o no lo que has pedido, que ya eres adulto.
Mientras se hallan en tal conversación llega sigilosamente el camarero. Les dirige un gesto de respeto, como pidiendo permiso, al que los dos clientes responden con un leve movimiento de cabeza demostrando su aprobación en interrumpir por un momento la conversación y ser servidos.
Puestas las copas, vasos y tazas, platillos, servilletillas y cucharillas, el camarero da un paso atrás, se inclina para preguntar a los señores si quieren algo más y como éstos le contestan con un: “No muchas gracias”, deja la mesa servida y se vuelve hacia la barra para seguir atendiendo.
Retoman Joaquín y Rosendo su anterior plática, y así, liberados ya de la liturgia del servicio, se disponen a conversar de aquello por lo que habían quedado en verse esa noche.
-¿Cuéntame, qué te ha pasado con el Teniente Picavea? Tu criado Eulogio me dijo que teníamos que hablar cuanto antes para ver si conseguía disuadirte de lo absurdo de tus pretensiones. Por lo que me contó, esta misma tarde había estado poco antes de verme en el Pinar de Antequera, contigo, a la espera de los testigos o de los padrinos del Teniente y de este mismo, para fijar los términos, puntos y condiciones de un duelo entre Picavea y tú, a ultranza, por el honor de una desconocida dama.
-No es tan desconocida, al menos para mí –le interrumpe Joaquín.
-¿Quién es ella? –dice Rosendo.
-Después hablaremos de su identidad. Ahora sólo quiero que me digas si tienes algún colega que conozca de leyes de duelos y de desafíos, porque como no me fío del bellaco de Picavea, prefiero tener el debido asesoramiento a la hora de proceder a sellar sus sucios labios para siempre.
-Ten en cuenta que él es militar de profesión y tiene más práctica en la lucha de la que puedas tener tú, por lo que más peligrará tu vida que la del que tu llamas bellaco, con el que has de batirte, si antes no lo impido yo como sea, claro.
-No hemos venido aquí para que me delates a la Justicia, sino para que me recomiendes algún abogado avezado en las normas de los duelos y desafíos, amigo mío.
-Me imagino que, como viejos y buenos amigos que somos, podré darte mi parecer y consejo –le comenta Rosendo con una cierta ironía, más simpática que recriminatoria, por el gesto con que la acompaña.
-Sí, efectivamente, deseo contarte lo sucedido, quiero conocer tu parecer, pero evitaré escuchar otro consejo que el del nombre de un Abogado y sus señas; porque la decisión de batirme está tomada y ahí no hay ya retroceso posible ni arrepentimiento. Agradezco de tu honesta amistad que no vayas a delatarme a la Justicia en evitación de que me bata en duelo.
Una vez dicho lo cual, Joaquín toma la copa con absenta, la mira fijamente, mueve el licor haciendo que éste produzca olas que circulan alrededor de toda la pared interior de la copa. Pasa las manos sobre la mesa de mármol blanco y se incorpora para quitarse la levita que el calor de la noche hace ya especialmente incómoda en ese momento. Vuelve a tomar asiento. Ase firmemente la copa de absenta rodeándola con la mano derecha y se la acerca a los labios, toman un largo y pausado sorbo que al pasar por su garganta le produce un aparente estremecimiento y un ligero sofoco.
-Mira Joaquín, no tengo intención alguna de delatarte a la Justicia, pero sí toda de disuadirte de tu errónea decisión. Sabes lo que pienso de los duelos a estas alturas. Creo que es una práctica trasnochada y bárbara, más propia de fieras o de bestias salvajes que de personas civilizadas. Creo que para limpiar la honra mancillada de una dama existen otras vías más elegantes y civilizadas, a la vez que adecuadas y con la misma o mayor utilidad, que la del duelo. Ya te he dicho que no hay palabra que mancille tanto el honor como para que merezca la muerte de nadie. Además la Ley Divina prohíbe en su decálogo dar muerte al otro, cuando dice por boca de Dios a Moisés: “No Matarás”. Quiero recordarte que no han sido pocas las veces en las que el honor propio o el ajeno que se decía mancillado y por el cual se convinieron duelos y encuentros, no fue sino la sinceridad espontánea de quien acaba de decir la verdad. Más de uno ha muerto teniendo razón y así, con ello, sin limpiar, según su criterio, la honra y el buen nombre mancillados. Por tanto, dar la vida por una pretensión tan escasa, es torpe y triste, y un error del que te quiero sacar, aunque sea con insistencia y con denuedo, porque no me hartaré de darte argumentos para demostrarte que estás totalmente equivocado. Lo que quieres hacer es muy poético y muy propio de lances teatrales que agradan a las jóvenes en edad de merecer, pero que no tiene sentido alguno en un docto caballero de poco más de treinta años, con una ilusionante vida por delante, con mucho que hacer y que perder y muy poco o más bien nada que ganar, en el lance que pretendes.
-¿Me das el nombre y las señas del Abogado que te pido, Rosendo por favor? –corta Joaquín, como no queriendo oír más los consejos y las opiniones de su amigo, al que, no obstante, ha estado escuchando atentamente y sin perderse ni una sola palabra.
Con tal lacónica pregunta, Joaquín corta seca y repentinamente el monólogo de su amigo y consigue que éste calle un momento.
Mientras trata de retomar su discurso, Rosendo aspira un sorbo de la taza de café; como está muy caliente calma el ardor con un poco de agua. Alarga la mano derecha hasta la copa de coñac y vierte un chorro en el café hasta llenar la taza. Mira a su amigo y le dice con el gesto ahora más serio:
-Si quieres que me vaya no lo vas a conseguir, ya te he dicho que voy a disuadirte de tus pretensiones, aunque para ello me tenga que ganar incluso tu enemistad o tu enfado. Me importas más tú que nuestra amistad.
-El nombre, Rosendo. Por favor, dime el maldito nombre del Abogado.
-Hablemos antes de todo ello y si quieres, después, ya te pensarás si vas a visitar a letrados o si actúas con un poco de cordura y de lógica.
-Perdona Rosendo, la absenta me está empezando a hacer efecto; disculpa mi descortesía. En verdad sabes, y se me nota, que no he perdido palabra de lo que me estás diciendo. Quiero y te pido que continúes con lo que me estabas explicando.
En ese momento se acerca hasta los dos tertulianos un caballero ya anciano, saluda a ambos con cortesía y familiaridad. Es el Vizconde de Valoria, cliente de D. Rosendo, que ha detenido poco antes su destartalado birlocho en las inmediaciones del Café Imperial, y se sienta en otra mesa.
-Parece mentira lo bien que se conserva el señor Vizconde –dice Rosendo.
-Y lo mal que viste; con el dinero que tiene… Parece más un pordiosero que un noble. Si se postrara en la puerta de San Pablo, con las pintas que lleva, le darían limosna los feligreses al salir de misa.
-Joaquín, ten cuidado con lo que dices, a ver si nos va a oír. Ya sabes que he tenido buenos pleitos de tan hacendado noble; me ha confiado en varias ocasiones sus intereses, y no quiero perderle como cliente.
Efectivamente, percatado de su inconveniencia, Joaquín calla y asiente “Es la absenta Rosendo”, dice a su amigo; pero no duda en tomar un pequeño trago del licor que efectivamente le está afectando ya, siquiera levemente.
Se oyen ruidos de cascos de caballo a galope y de ruedas con llantas de hierro que se acercan a la puerta del Café. Sin detener del todo el carruaje, salta de la calesa el cochero: es Eulogio. Entra azarado y sin conocer a nadie, otea por todo el local hasta que se percata de dónde se halla su dueño. Camina hacia la mesa en la que están Joaquín y Rosendo; realiza el preceptivo saludo y se dirige a su amo con nerviosismo y urgencia para decirle, con voz entrecortada:
-Señorito, en la fábrica de harina ha habido un percance que requiere de su inmediata presencia.
-¿Qué ha pasado que sea tan urgente?
-Venga y por el camino le voy contando lo que ha ocurrido.
Con evidente gesto de asombro, Rosendo se levanta y encogiéndose de hombros le dice a su amigo:
-Vete, vete, ya nos veremos mañana. Mandaré a mi escribiente para que dé razón de cuándo y dónde podemos encontrarnos, o si no pues que se acerque Carmela a preguntarte.
-De acuerdo, Rosendo, hasta pronto y gracias por tu paciencia. Tú sí que eres un amigo.
Salen deprisa Joaquín y Eulogio; éste, una vez fuera del establecimiento, corre hasta el cercano carruaje, salta hasta el asiento, toma las riendas y arrea al caballo que sale al galope una vez que Joaquín se ha subido y acomodado, con presteza en el asiento, al lado del cochero.
Don Joaquín tiene los ojos pesados por efecto de la absenta y tarda en reaccionar, permanece sin decir palabra.

viernes, 25 de abril de 2008

PENSAMIENTOS








¿Cómo atravesar la lluvia con tus besos,
si besas melancólicas desdichas?


¿Cómo retener el aliento retenido
de saberte mía, siendo tuyo
y ver que la verdad te hace distina
al conocer en segundas primaveras
que otros amores hay que son más tuyos?

¿Cómo levantar el ánimo enamorado
sabiéndote lamida por más lenguas,
sabiéndote gozada por más manos,
sabiéndote entregada a otras tierrras?

Has roto, sí, una crátera perfecta
un búcaro hecho con esmero,
lleno de amores y proyectos,
de ilusiones sin ventanas que cerrar,
más hermoso que ninguno del pasado,
por ti arrrojado al duro suelo
deshecho en mil pedazos inservibles
por obra de tus deseos que estorban mis palabras
a través del frío que tus sombras provocaron.

Por eso sé que las lágrimas son azules.
Por eso callo entre tus besos.
Por eso me muero en esta lluvia.

.


.





Las flores de plata que doblo lentamente
se convierten en rectángulos de papel
que luego arrugo y tiro al suelo.

Una botella de ginebra casi llena,
otra botella de vodka y dos de güisqui,
los palillos, la sal, la pimienta y el tabasco,
dejan una taza de café vacía
se abre la puerta y se van tres cuerpos.

Dos cuadros concretos, cuatro abstractos,
la mezquindad que fuma un puro habano
y que lo llena todo de un fingimiento absurdo.

El hielo en la copa y el limón que no entra,
una sonrisa de dulzor amarillento y ronco.

Aquí dentro estoy yo, no se si solo o triste,
escribiendo con dolor en la espalda,
con los brazos sobre una madera que no cesa.

Es tarde para empezar y pronto para terminar,
los gritos molestan la quietud de mis oídos,
se oyen obscenas voces y golpean los vasos entre sí.

Me gustan sus senos turgentes, el corte de su cara,
la mirada fija, sus labios y creo que hasta sus dedos.

Me gusta su cintura, su pelo y la longitud de sus piernas
y esta soledad que me acompaña dócilmente.

Enciende un cigarrillo,
cierra los labios, aspira el humo
ahora, cuando lo exhale,
podré respirar algo que ha sido tuyo.

Te besaría sin cesar hasta sentirme eufórico,
hasta calentar tu imaginación
y acariciar tus senos, tus rodillas, tu hombro serio,
hasta que me sintiera ardiente
y no pudiera evitar tu sexo.

Ahora me voy, me molesta la nueva compañía,
me molestan sus perfumes necios
y las palabras inconexas y mal tratadas,
me alejo de tu belleza y de tu sonrisa,
pero estaré contigo cuando no me esperes.

*******
*****

No puedo ir más alto,
no puedo subir más sobre el cielo.

Ahora estoy destrozado...
pero los dos somos como una guitarra,
estamos juntos para volar.

El cielo se cierra ya,
y me veo subido en la luna azul.
¿Dónde estamos?
¿Qué pasará?

No puedo ir más alto,
las siluetas doradas de los peces me hacen perder el verde,
los ojos desgastados de sus miradas no me aprecian,
y todo es igual de constante...
Al final: La luna azul, la luna es azul, la luna azul...

Mírame desde cerca,
tacta con tus dedos las arrugas de mis párpados,
siente cómo pronuncian los versos de desdicha que me han
hecho ser así.

Me siento impotente,
angustiado por el freno súbito del desamor,
estoy mecido entre aguas estancadas oliendo a fiemo.
Se han cortado mis alas en lo alto,
soy músico tardío de la noche
y un sibarita sin miedo a caer mal a los dioses.

La luna azul es la mirada de la noche,
la luna azul es la palabra de las aguas oceánicas,
la luna azul era mi esperanza, que ahora se ha mojado
para siempre como un trozo de papel.

No se cómo voy a conversar de nuevo;
ya sin alas, sin sudor, sin peso, ni esta palabra...
Vendrás de lejos para ver cómo no caí,
seré la piedra de la luz oscura,
el miedo del horizonte,
los sueños de la tarde polvorienta de verano.


La luna azul me extasía,
y aquí estoy esperando que llegue la mano enferma
que deje escapar su caricia,
esperando los hilos de la noche,
los márgenes del frío y el odio del dolor.

Aquí estoy suponiéndome aún vivo
y soñando con los cálidos fumaderos de opio,
y con las barandas leves de un corazón.





" " PISA .... " "


Pisa, 2 de abril de 1.985.

Entre el fino aire y el aroma del café, tú te acaricias los labios y los coloreas de un rojo suave que hace adivinar el color purpúreo de tus besos.
Al fondo el esplendor blanco del mármol de esa catedral perfecta y en esa torre con ganas de vencer la inercia y de dar con el campanario en el vacío.
Tú fumas un cigarrillo con el gesto cansino y la mano sobre el muslo.
Observas a tu alrededor, te levantas e ignoras mi presencia en la barra de un bar cualquiera.
Te imagino lejos, con una taza de café apenas empezada que has olvidado a mi derecha...
Por fin llegas, pero no conseguimos dialogar y el sol se oculta entre las nubes.
Mi palabra soñolienta quiere conocerte, pero tú no me miras. Olvidas la voz y los labios en un helado que ofreces a mi boca triste.
Pisa me ha devuelto la nostalgia que había perdido, las horas que tú y yo pasamos juntos ensuciando trozos de papel como éste. Porqué tú nunca me fallas...tú no me olvidas...

- OOO -

sábado, 19 de abril de 2008

" DE LA NADA Y OTRAS COSAS "






Suponemos, a veces, suponemos,
que hay luces por la noche
y las llamamos estrellas.

Suponemos que las estrellas
nos alumbran por la noche
por eso, suponemos de noche
que la luna es luminosa
como las estrellas pequeñas.
Sí, pero sólo lo suponemos.

-oOo-




No sé qué escribir y escribo. La mano gobierna al cerebro, viaja a su propio antojo por los renglones vacíos, que va llenando de tinta.
Por eso no me gusta escribir si no es con la mano caliente rozando sobre el papel. Porque necesito el contacto de la hoja que voy manchando, y del sonido leve de la pluma que la mancha.
Preciso transmitir al poema, a la carta o al escrito algo de mí y de mis almas escondidas por el sueño, mareadas por el humo, despistadas por el vino, somnolientas por el tiempo.
No sabía qué escribir al principio, pero quería llenar esta hoja de palabras, de pensamientos y del calor de mi mano quizá deseada por alguien y mientras yo mismo le deseo.
La cabeza está vacía, dormida, como desnuda de ideas. La letra es torpe, lenta y estrambótica, pero surge como río imparable hasta encontrar el papel, que soporta sin problemas, que ponga lo que ponga en él.
Me emociona pensar que un montón de líneas, de curvas, de puntos, de garabatos, puedan ser un poema, un discurso, una infamia, una blasfemia. Que con papel y lápiz se puede hacer arte, daño, mentir, pecar, amar, enseñar, blasfemar, merecer, ser ejecutado o ganar un beso, despertar pasiones, erecciones, sonrisas, lamentos, criticas, pasiones y hasta carcajadas.
Riámonos todos juntos de lo bello que es poder escribir y pensar que quizá, algún día, alguien leerá con generosa atención lo que hayamos escrito, si el tiempo, la suerte o el fuego no destruyen antes el manuscrito que contenga lo que hayamos puesto para ser leído.
Resulta grato pensar que puedo rellenar hojas, libros en blanco, cuadernos, libretas o lo que quiera, sin más problemas que el tiempo que me lleve escribirlo; sin embargo, lo más de quienes escriben en tantos otros países han de cuidar, de ocultar, de enmascarar sus deseos y sus ideas y evitar con ello la mirada lacerante de la censura que acabe con sus ideas, con su arte y hasta con su vida.
No se valora sino lo que no se tiene o lo que se pierde, pero a mí me parece tan hermoso escribir con el sólo límite de mi deseo que no puedo dejar de entristecerme al pensar que otras manos no tienen mi suerte; aunque su arte, su experiencia y su ingenio dejen atrás a los míos.

6/12/03




Tú que eres gualda,
como un mar de hiedra,
vestida por el otoño,
muerdes la noche
arrancas el alma
recorres praderas tristes
y en todas mis derrotas
tú sales siempre vencedora.

Acercas a ti mis desafíos
recorres mis miradas
inventas voces distintas
tejiendo colores con la música
a veces ignorada.

-oOo-





Me ocupará la noche
amarga de soledades y triste,
generosa en lamentos y gris
rociada de extrañas tempestades
apagada entre tus recuerdos.

Tengo que mirar al cielo
emular el sonido del sol
querer a mi sombra desatada
urdir telas de araña,
hieráticas y distintas
envueltas en gotas de rocío
rotas de lágrimas perdidas
oscurecidas por la voz silente
de un enamorado muerto,
de un torpe campesino,
que se olvidó ya de su tierra,
que ya no es capaz de segar,
que sólo sabe crear surcos en la Nada.

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Desde los ojos hoy salió tu voz
en forma de gotas de dolor,
de nostalgia retenida
dentro de tus sentimientos,
como brasas encendidas.

De tus dedos hoy
ha surgido la paz por la palabra,
el amor por el quejido.
La voz se hizo silencio,
entre trémula y húmeda,
como apagada y oscura,
narrando amor por amor,
reconociendo el calor inesperado
de una caricia firme y tierna
de una mirada paternal
de una palabra suficiente como ninguna.

Hoy te he sentido tan dentro
has llegado donde nunca lo supuse;
hoy he sido esclavo de tu piel distante
y siento el dolor que te ha surcado.

Hoy sí que ha merecido la pena
el calor por tu ojos propagados,
las gotas de dolor salado recibidas,
renaciendo así otra mirada
hacia un campo de nostalgias y amapolas,
al viento presentadas,
por el frío hechas de sol.


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Esclavo soy de tu voz y tus lamentos
esclavo de tus lágrimas perdidas,
de tus besos deseados, soy esclavo.

Me rindo al calor de tu sonrisa
Y al dolor terso de tu piel.

Soy esclavo de tu gozo
y del sabor sonoro de tus entrañas.

Siendo bocanada profunda
del aire que respiras cada instante
a él someto mi voluntad
dominada por tus manos en mi rostro.

Esclavo soy de tus piernas sin vestido,
de tu torso libre soy esclavo,
y de tu cuerpo desnudo en nuestro
harén
sin más doncellas que tu presencia
sin más amantes que yo mismo.

Esclavo soy de ti, y tú mi esclava,
sumido en mi gozo tu placer,
atravesado el rostro y el calor
por el viento de tu látigo potente,
de tus gemidos en mi piel
de mi voluntad que tu dominas
de mi anhelo por ser eternamente
siervo humillado, tu esclavo fiel.

--o0O0o--


¿Qué es lo que tienes detrás de ti
junto a ti, sobre ti,
incluso dentro de ti
si no eres tú mismo?

¿Qué es lo que sale de tus ojos
de tu voz y de tus ideas
si no eres tú mismo?

Eres la conciencia de los mares,
el sabor de las puestas de sol,
o el sonido de los lirios olvidados.

Eres la capacidad de ser absurdo
de volar sobre balcones solitarios
y no romper con ruido tanto silencio
y no llenar espacios vacíos,
ni ocupar bancos estrechos
o de arroyos beber cuando es que manan.


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Fuerte es el calor de la espiga
que rompe a llorar en grano seco
y emana del candor de su desdicha
el fruto de sus lágrimas extraídas
en la tarde tórrida de verano.

Huele la harina a seco y pobre
y mancha de blanco la mirada
en tanto que el polvo se levanta
en remolinos de soles pretendidos.

El horizonte remonta la mañana
y el sol ciega las llanuras;
perdidas la voz y la mirada
en tiernas piernas y horas duras,
para gozar del pan tierno
y de la leche blanca y recibida.

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Hay que navegar sí, hay que navegar
por mares perdidos de cielos extraños
por sueños de plata que no volverán.

Hay que navegar, sí, recordando,
los nudos de la soga,
las carnes temblando,
por eso hay que navegar
y recoger cristales que flotan
y morder los labios ajenos
y sonreírle a la lluvia sin luna
y contar las sombras de la luna
y saber lo hermosa que es cuando llena
y reírse ante sonidos de burla
y cerrar los ojos porque estamos distantes.

Por todo eso hoy no amanece
y hay que navegar para siempre
de noche, sin luz, sin luna, sin estrellas.

8/04/2004





Así es que seremos voces perdidas
como gotas secas del verano
y el estro retocado y gris
deambulará en nuestras cabezas
doradas por el ocaso impertinente
de los recuerdos entre lunas procurados.

Cabe la ribera de la playa,
en el río hecho meandros
mojaré las manos y los ojos
y rodaré el cuerpo avejentado
hasta llagarlo de nostalgia asaz
y vejarlo con tropos y falacias
hechas por ojos sin mesura
y por lenguas de sierpes rebajadas.

Dejaré la estrofa a medio hacer
para culminar otra batalla
de héroes nubios en tierra extraña,
de cíclopes vencidos por la araña,
de suelos tercos de telas y espadañas.

8/04/2004




Aquel día el sol brilló distinto,
los pájaros hicieron música de sus vuelos
y no me reconocía a mi mismo
mientras mis labios ardieron de alegría.

Agarré con cariño tu cuello
y sentí correr tus cabellos por mis manos,
me miraste sonriendo
y mis ojos no se creían lo que tenían viendo.

Mordiste mis labios
y me regalaste tu primer beso
y desde entonces lo guardo en mi memoria
como preciado tesoro recogido
entre paños perfectos y tules de seda.


/////////////




Le he robado versos a la noche
y no me ha dejado recordarlos.
Le he dicho al día que me espere
y se ha hecho de noche sin remedio.
Le he preguntado al tiempo por tu voz
y la espera se ha hecho traicionera,
quemando mi nostalgia de jardines
y enredando en hierbas peregrinas
mi queda desesperación por esos tus besos.

24/05/2004







Las flores son como miradas que me regalas
con el aroma de tu instante
en la presencia de tus labios al besarme.

24/05/2004





Suenan en mi memoria tus sonrisas
y recuerda el pensamiento tu mirada felina
dominando mis misterios,
y te envuelve un halo de majestuosa belleza
haciendo de ti una amazona sin fronteras,
dueña de mi propio espíritu.

Luego la palabra leve te enoja
o un gesto inexistente te crispa
para recobrar de las cenizas del instante
el ave fénix de tu encanto
sin par, señero, perfecto.

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Eh aquí que te escribo
desde el trono del fariseo,
rudo de sentido,
sin corazón, sin pensamiento,
mudo de sensaciones
sin dolor, sin sensibilidad posible.

No me reconozco
no puede ser que sea yo.
Pienso en ti mientras te recuerdo,
me imagino asiéndote con fuerza
con las manos en lo alto de mi precipicio
hasta el que he ascendido con esfuerzo
a pesar de mi cuerpo deforme
de mis movimientos tercamente obesos.

Y surcan el cielo tus palabras
y se me escurre entre las manos
el gesto de tu risa,
como jarra de barro que contiene
un tesoro inefable e increíble
que se me rompe sobre la roca
fría y mojada, sería y gris;
que sé que nunca recuperaré de nuevo.






Poco a poco los días pasan
poco a poco lo que tiene que ocurrir sucede
poco a poco nuestro amor se alimenta
de besos, de palabras, de recuerdos.
Poco a poco todo pasa
se olvidan las cosas
se pierde la memoria
pero tu amor permanece.

8/08/2004



jueves, 20 de marzo de 2008

PRESENTACIÓN DE MI NOVELA "UNOS DÍAS DE JULIO".






Gracias a la confianza del Editor JULIO MARTÍNEZ, el viernes 28 de marzo, a las 20 horas, se presenta, en la Casa Revilla de Valladolid, mi novela UNOS DÍA DE JULIO, que ha sido publicada por la editorial vallisoletana FUENTE DE LA FAMA



Espero que guste a los lectores y que sean muchos los que se acerquen hasta ella para entretenerse con su lectura.

En la entrada anterior a esta aparece el principio del primer capítulo, después de su presentación se añadirá el resto del mismo.