viernes, 9 de enero de 2009

UN RECUERDO


Recuerdo unos ojos tristes
que no son los tuyos,
recuerdo una mejilla pálida
que se humedece poco a poco,
por una lágrima y otra
que caen hasta los labios
y circulan por la piel
mojando de melancolía la noche.

Suena el violín, pero son yedras
suena el oboe, pero son ramas de haya,
suena la clave y son mis pisadas.

Intento no llorar de nuevo
pero veo cómo surge tu rostro
y se me queda la piel de nácar
y se me escapan las lágrimas
dejando que ensucien mi sonrisa
y me atrapen la mirada.

El cincel de agua no cesa
y convierte mi barro en arcilla
o en granito despedazado por tu ausencia.

Estoy a punto de morir
y se me escapa el aliento
entre hachas de oro mal bruñido
que me encogen el corazón y la palabra.

Mis ojos se han cerrado para siempre
y flautas de hombres desconocidos
tocan en una sinfónica ventisca
el réquiem por mi alma inexistente,
por mi sombra por ti olvidada,
por mi piel ya descarnada
por mi pelo venido a tu sonrisa,
por mi postrer verso, ya sin estancias.